Recuerdo cuando niño aquella inquietud que iba creciendo día a día, ese nerviosismo e incertidumbre por ver si los Reyes Magos recompensaban mi buena conducta con el regalo concreto que deseaba. A decir verdad, demasiado bien se portaban sus majestades en comparación con dicha "buena conducta", aunque eso sí, cuando ya empezaba a "oler a camello", después de noche vieja, estaba más suave que un guante en casa, portándome bien o al menos intentándolo, como si desde Oriente ellos me estuvieran viendo para ponerme la cruz o no.
Memorables aquellas cartas con el encabezamiento tan original "queridos Reyes Magos..." que iban a parar al buzón de mi barrio. Cuánta ilusión habrá ido a parar a la papelera de la oficina de Correos. Pero si había un día mágico de verdad era el día 5, víspera de Reyes, con su Cabalgata y su noche intranquila. Cuando le poníamos mi hermano y yo el cubo de agua a los camellos y la leche y el anís a Melchor, Gaspar y Baltasar y después tocaba la difícil tarea de conciliar el sueño, si bien alguna noche se pasó en vela. Sea como fuera nunca escuché llegar a "los reyes magos" y colocar los regalos junto al árbol.
De la Cabalgata recuerdo con nostalgia cuando sólo nos peleábamos los niños por los caramelos, a diferencia de la época actual, en la que son los padres peores que los niños y van ataviados con paraguas en días soleados y bolsas del pan para poder abarcar cuantos más caramelos mejor. Pero bueno... eso da para otra entrada más humorística si cabe. Comparando las épocas también recuerdo cómo un sólo regalo el día de reyes colmaba todas mis expectativas y ahora parece que va a ser el último año con Reyes Magos por la cantidad de regalos que traen a los niños para luego apenas hacerle caso a alguno.
Mencionar el año que Papa Noel suplió a los Reyes Magos.... vaya día de Reyes más desangelado y aburrido, sin magia ni chispa. Aquello no ha vuelto a repetirse a día de hoy. Y digo a día de hoy porque he de reconocer que todavía me ilusiona este día como si de un niño pequeño se tratara y así sería incluso si no hubiera regalo ninguno, pero sólo el aluvión de recuerdos e ilusiones que me vienen a la mente lo merecen. Ahora que Sergio empieza a tener cierta conciencia de los Reyes Magos aprovecho para revivir aquellos momentos de dejar los zapatos junto al árbol, de dejar el tentempié a Sus Majestades y sus camellos tras su largo viaje y es la excusa perfecta para revivir aquellos momentos de mi infancia que me dibujan la sonrisa en la cara.