Es curioso como en una misma prueba, repitiendo el mismo recorrido, un año haces un tiempo bueno y no terminas contento y al año siguiente, tardando un minuto más en cruzar la meta, te vas muy satisfecho a casa. Y es que al final, la percepción que te queda de tu carrera guardan relación con las sensaciones que hayas tenido durante la misma. Básicamente esto es lo que me ha pasado este año en el 35º Cross Peña del Águila.
Al finalizar la carrera comentábamos algunos corredores cómo esta prueba tiene algo especial que te engancha un año tras otro, y eso mismo es lo que me trajo un año más a estar en la línea de salida en Villar del Rey. No era especialmente optimista, pero venía la motivación de la remontada física que estoy experimentando últimamente después de unos meses poco alentadores.
En los prolegómenos algo de calentamiento y saludos a los amigos y amigas que normalmente sólo nos vemos en los entrenamientos y las carreras.
¡Tomamos la salida! La estrategia es dosificar pensando en la dura subida del km8 (la carrera es de 11 km). En los primeros metros se empieza a destacar el reducido grupo que opta a ganar la carrera. A continuación otro grupo de unos 20 atletas y unos segundos después yo.
Sin intentar alcanzar a ese grupo grande consigo llegar hasta ellos unos metros antes de pasar por la línea de meta, a la altura del primer kilómetro. Pienso en quedarme ahí detrás para correr cómodo pero adelanto a algunos atletas con facilidad.
Empezamos a salir del pueblo y poco a poco voy rebasando a gente de aquel grupo de veinte. A lo lejos, más adelante, se ve otro grupo de elegidos, el segundo grupo tras la cabeza de carrera, pero sé que son inalcanzables. Yo mientras a lo mío, que no es otra cosa que mantener las buenas sensaciones iniciales. Para ello no pienso en posiciones y sólo corro para mí, pero ello me lleva a adelantar a todos aquellos que iban justo delante en el primer kilómetro.
A la altura del kilómetro 3 un atleta se ha enganchado a mí, y otro corredor va delante mía a pocos metros. A partir de ahí el vacío hasta los inalcanzables.
Después de un par de kilómetros de caminos irregulares tocamos otra vez asfalto. En este punto el corredor que me seguía se ha desenganchado y el que estaba por delante lo tengo ya ahí. Al poco tiempo lo rebaso en una curva la cual yo la corro por dentro y él, inexplicablemente, por fuera. Quizás lo hizo a propósito para correr detrás mía y que yo le marcara el ritmo.
Corremos juntos durante un km, aunque llevando yo la iniciativa. No me preocupa mucho que me adelante y se marche, porque mis sensaciones son buenas y mi éxito será llegar así hasta meta. Al llegar al muro echo un vistazo atrás y veo que no viene nadie.
A la altura del km 8 recién hemos cruzado el muro y encaramos la corta pero muy dura subida que marcará el desenlace final. En los primeros metros de rampa siento que mi acompañante se empieza a descolgar. Yo subo decidido y podría hacerla corriendo pero a pesar de que el otro atleta está muy cerca decido caminar unos metros pensando en que bajar pulsaciones me dará el impulso justo para llegar fuerte a meta.
La decisión parece acertada. El chaval se piensa que he flaqueado y aprieta el ritmo hasta llegar hasta mí de nuevo, pero ahora empiezo a correr más suelto y antes de terminar la subida ya no lo escucho y, tras la meta volante, arriba del todo, 2 kilómetros de bajada a tumba abierta hasta el pueblo.
No me exprimo bajando pero tampoco me freno, por lo que es la propia inercia de la bajada la que me hace correr por debajo de 3:20. Estos datos de ritmo los veo al finalizar la carrera ya que durante la misma no quise mirar el reloj para no agobiarme y que la cabeza me jugara una mala pasada.
Mucho tienen que correr por detrás para alcanzarme, y si alguien lo consigue se habrá merecido ganarme. Este km en bajada lo hago en 3:35 de media y me siento bien para afrontar fuerte el último kilómetro, y es aquí ya casi llegando al final cuando miro atrás para visualizar riesgos pero veo que nadie está ahí acechando.
Línea de meta, larga y hacia arriba, que se hace interminable aunque con la tranquilidad de que voy sólo. Cruzo la meta celebrando lo que considero una buena carrera, con un tiempo de 43:47, 10º en la clasificación general y 3º de mi categoría.
Comparando con la carrera del año anterior, con un tiempo de 42:40, es un tiempo relativamente "pobre", en cambio el año pasado sufrí muchísimo y el desarrollo de la carrera me hizo volver contrariado a casa. Este año he disfrutado mucho compitiendo, estudiando a los "rivales" y, además, ganando la partida a todo aquel con el que tuve la oportunidad de luchar.
Próxima parada Valdebotoa, el 3 de septiembre.