Hay carreras en las que su desarrollo se desvían del plan inicial antes de lo previsto. En ese punto suele llegar el desánimo y las malas sensaciones y el resultado no suele quedarnos satisfechos. Este domingo, en la Maratón de Lisboa el plan empezó a torcerse, pero pude aferrarme a otras motivaciones para mantener la intensidad, no tirar la toalla y eso dio como resultado una gran carrera.
El sábado por la mañana partíamos varios amigos de club hacia Lisboa con tranquilidad, sabiendo que el dorsal se podía recoger hasta las 20:00 horas. Nada más llegar fuimos a comer y después hasta los alojamientos, todos cerca de la zona de meta. Después caminando nos dirigimos hasta la feria del corredor para recoger los dorsales, en el Pavilao Carlos Lopes, junto a la Plaza Marques de Pombal.
La mañana del domingo empieza bien pronto. Siguiendo la hora portuguesa me pongo en pie a las 5:00 horas, ya que el grupo habíamos quedado a las 5:50 en la puerta de la estación Cais de Sodre para coger el primer tren que llevara a los maratonianos hasta la salida en Cascáis. Finalmente conseguimos coger el segundo tren, a las 6:15, que nos dejaría en destino 35 o 40 minutos después. El tren iba lleno y dado que nos quedamos sin asiento libre hicimos el trayecto sentados en el suelo, como prácticamente todos los que tampoco consiguieron asiento.
Una vez en Cascáis no encaminamos a zona de salida, con tiempo suficiente para dejar la bolsa en el guardarropa, que gestionaban eficientemente un grupo de scout. Tras un breve calentamiento me voy al cajón de salida de menos de tres horas, lo que permite salir justo detrás de la élite y casi debajo del arco, por lo que apenas transcurre tiempo desde el pistoletazo hasta que paso por la alfombra que da comienzo al recorrido.
La temperatura es buena, ni frío ni calor, pero la humedad es del 88% y el viento del norte entre 12 y 13 km/h.
Tomo la salida tranquilo, esperando que las piernas vayan buscando su ritmo poco a poco. Los primeros 600 metros transcurren en una subida y corremos buscando la carretera que bordea la costa y que será la que nos dirija a meta, aunque los primeros 6 kms se corre alejándonos más aún de Lisboa hasta que en un giro de 180º ya "miramos" a meta. En este sector en el que te cruzas con todos los participantes es cuando tomas conciencia de donde estás, con la élite a lo suyo como si no les costara, grupos grandes con los globos de los distintos tiempos objetivos, después una impresionante marea de corredores con el solo objetivo de terminar y ya, antes del km 5, gente caminando. Todos completamos las 7500 personas que tomamos la salida.
Ya en el primer km he conseguido llegar fácil al ritmo objetivo (3:57-3:59), corriendo estos primeros minutos sin agobios para que lleguen las buenas sensaciones y el correr fluido. En el km 3 estoy dentro de un grupo de unos 6 o 7 corredores que parece que vamos a lo mismo y, aunque en ocasiones había acelerones, me pareció acertado permanecer ahí.
Tras el giro de 180 grados antes mencionado, le pregunto a los dos corredores que marcan el paso del grupo cuál es su ritmo previsto. Me responden que correr a ritmo de 4:00 los primeros 15 kms y después ya más rápido. La opción me parece perfecta pues me aseguro grupo un buen tiempo.
Pero en este grupo se están produciendo "arreones" y en ocasiones se corre a 3:55 por lo que les dejo ir antes de que tire por la borda mi carrera. Aunque corra sólo siempre hay referencias de atletas que van delante mía. Paso el km 10 en 40:02.
El ritmo medio hasta el momento es el planeado, pero se consigue a base de adaptar dicho ritmo a las constantes subidas y bajadas del recorrido. No es que sean excesivamente pronunciadas pero sí que te hace estar variando el ritmo en cada momento. Esto consigo controlarlo también hasta el km 20, que lo paso en tiempo de 1 hora y 20 minutos.
El viento en ocasiones es algo molesto y la humedad la "toreo" bebiendo en todos los puntos de avituallamiento. Aunque voy muy concentrado intento apreciar los detalles de la carrera como la costa a la derecha, las distintas localidades que pasamos y el ánimo del público y así paso la media maratón en 1:24:16.
En el siguiente sector, del km 20 al 25, siento que me cuesta más mantener la media del ritmo jugando con los ritmos de la subidas y bajadas. Bajando ya no me es tan fácil recuperar los ritmos después de hacer las subidas algo más lento para dosificar las fuerzas.
Es un momento crítico pues las sensaciones no son buenas y existe la duda de si esta bajada de ritmo no va a ser el preludio de un futuro reventón. Pero pasan los kms y veo que consigo mantenerme en la horquilla de ritmo 4:00 a 4:10. También me ayuda a recuperar la motivación y buenas sensaciones que, aun así, voy más rápido que los corredores que van delante mía, lo cual me ayuda a ir poco a poco acercándome a atletas sueltos y adelantarlos.
Este alcanzar corredores será la tónica hasta el final de carrera, pudiendo haber ganado desde entonces más de 20 posiciones.
Y así, reorganizando en mi cabeza mis ideas y objetivos, como un GPS de un coche cuando te sales del itinerario indicado y te pone "recalculando", llego a una parte del trazado que se sale de la carretera y te baja a una especie de paseo marítimo. Ahí estoy pasando el km 30 en 2:01:03, lo cual es muy buen tiempo para ese punto y, lo mejor de todo, la sensación es que quedan fuerzas para llegar bien a meta.
El cansancio está ahí pero sé que puedo. Ahora toca eliminar de mi cabeza cualquier fantasma de sufrir una pájara. Así que me abstraigo de la carrera, pensando que me quedan 12 kms y que esa distancia es un entrenamiento por el circuito del Rivillas cuando salgo de casa. ¡Cómo no voy a aguantar un Rivillas! También me funciona dejar de mirar la carrera y concentrarme en el asfalto para no pensar en lo que queda por delante, o simplemente para no pensar en nada y sólo correr.
Ya estoy corriendo ligeramente por encima del ritmo 4:10, pero todavía es un ritmo respetable y seguir adelantando corredores me anima a pensar que mi carrera va bien.
km 34. El puente 25 de abril ya se ve realmente cerca. Las rectas son más largas y la densidad de corredores es muy baja. Ya sé que voy a hacer poco más de 2 horas y 50 minutos en meta. Cuando siento que me cuesta más correr me obligo a recuperar una técnica de carrera decente y eso me ayuda a correr más suelto. Estoy siendo consciente de por donde corro: Torre de Belem, Monasterio de los Jerónimos, Estatua de los Descubridores... y esta es la gran diferencia a cuando hice esta maratón en 2019, que llegados a este punto estaba sufriendo mucho y no disfruté nada.
Y cuando ya voy firme a por el tramo final saltan las alarmas. En el km 35 siento una especie de espasmo en el isquiotibial derecho, el cual ni siquiera ha dolido pero puede ser un aviso, por lo que estoy más pendiente aún de mantener una buena técnica de carrera y correr derecho. Pruebo también a no estirar demasiado la zancada y hacer que éstas sean más cortas.
Pero fue en vano. Casi en el km 37 se me empieza a tensar ese isquio derecho hasta el punto que me paro a estirar un instante. Reinicio la carrera confiado en poder continuar bien, como otras tantas ocasiones que me ha pasado lo mismo en otras maratones, pero al momento me vuelve a pasar y vuelvo a tener que parar a estirar, aunque esta vez de forma más metódica y pausada. Unos diez segundo después reinicio la marcha. Con todo no hay nadie de los de que antes he adelantado que me haya alcanzado.
Parece que ahora sí. Paso por debajo del puente, lo que significa que es el último sector de carrera, los últimos 4 kms. Ya no queda nadie por delante, y es en el km 40 cuando me adelanta el único corredor prácticamente desde que salimos de Cascáis. No intento seguirlo básicamente para no arriesgar la musculatura que por ahora va aguantando.
Ya estoy a las puertas de la Plaza del Comercio. Antes unos 500 metros de adoquinado que se hacen insufribles a estas alturas de la carrera y en donde el atleta que me adelantó ha tropezado al punto de tener que poner las manos en el suelo para no caer.
Estoy en la plaza, pero antes hay que dar un pequeño rodeo para entrar en la misma a través del Arco de la Rua Agusta. Y por fin, tras un giro a la derecha se ve la meta. Al principio de esta recta veo a Ana y Silvia, con Sergio, que me animan efusivamente, lo cual contagia a la aglomeración de público que hay a ambos lados y estoy hace que, con el tramo final sólo para mí, se convierta en una entrada triunfal soñada y no pueda evitar emocionarme y que me brillen los ojos. Lo celebro con los puños en alto descargando toda la tensión acumulada tras kms de dudas sobre cómo llegaría hasta aquí.
Cruzo la meta en un tiempo de 2 horas 52 minutos y 46 segundos. 59º en la clasificación general incluyendo a la élite o 33º si no la tenemos en cuenta (la organización separa las clasificaciones). Todo un éxito teniendo en cuenta las sensaciones que empecé a tener allá por el km 25. Al final del post puedes ver los datos de mi carrera.
Otra maratón completada, otra experiencia de vida sumada. Toca recuperar la musculatura y, sobre todo los tobillos, que tras esta maratón han terminado más tocados de la cuenta, quizás por utilizar zapatillas voladoras y, por tanto, con menos amortiguación.