Nunca fui un atleta al que le gustara planificar mis entrenamientos. Me encuentro más cómodo y disfruto más improvisando, hasta cierto punto, lo que voy a hacer pocas horas antes de salir a entrenar, guardando siempre un mínimo de sentido. Es decir, combinando semanalmente las series, las tiradas largas, etc, y con semanas de carga de kms o otras de asimilación.
Pero después de mi segunda maratón (3:00:58), en 2014, me dí cuenta que si quería sacar lo mejor de mí en los 42 kms tendría que esquematizar las sesiones y planificarlas con detalle para después cumplirlas las semanas que durara. No me equivoqué y al año siguiente dí un buen bocado a mi marca, siendo mi mejor tiempo hasta ahora (2:48:38). Aquellas 13 semanas previas se iban eternizando a medida que las cumplíamos y no veía el final.
Al año siguiente volví a planificar la maratón pero mental y físicamente no lo aguanté y dejé el plan por la mitad. Y, finalmente, para la maratón de Sevilla de 2017 volví a planificar y, esta vez sí, cumplir los entrenos pero el resultado no fue el deseado. En esa última preparación de 13 semanas, yendo por la tercera ya estaba deseando terminar.
Asi que finalizados en 2017 las maratones de Sevilla y Badajoz me quedaron dos cosas claras para 2018. Una, que la maratón que correría sería la de Badajoz, y la otra, que me presentaría con lo que tuviese en las piernas en ese momento, sin seguir ningún plan de entrenamiento. Con esto sacrificaba conseguir mejorar mi marca pero me evitaba el "machaque" mental durante 13 o 14 semanas.
Y en ese punto de "lo que tenga en las piernas" es donde me encuentro ahora. Para poder afrontar con un mínimo de garantías la maratón alargué los entrenamientos habituales y he metido más tiradas largas de lo habitual, siendo 3 de ellas de 30 km. Las series son las de siempre pero con más repeticiones, salvo un día que hice 3x4000. Sí he metido muchos más entrenos de calidad que los que hacía con los planes. Pero salvo dos semanas de 100 km, ya no he pasado 90 km ninguna semana. Esto contrasta con los 20 kms, mínimos, un día sí y otro también, con series o en rodaje, de años anterior.
Mi duda era cómo afrontar los 42 kms que me lleven a la meta en el Paseo Fluvial. En un principio mi objetivo único era bajar de las 3:00, pero a medida que he visto cómo me iban saliendo esos entrenamientos largos me he ido animando y me he venido arriba, quizás peligrosamente. No me veo con frialdad suficiente como para correr a 4:15 desde inicio. Así que después de darle muchas vueltas he llegado a la conclusión de seguir una estrategia suicida.
Digo suicida porque casi con seguridad va a conllevar arrastrarme los últimos kms. Pero este año no tengo la presión de tirar por la borda semanas de preparación, no me juego a una carta semanas de sacrificio físico, personal y familiar, y si no sale, que es lo más probable, pues entrará en lo previsto y no me habrá generado ningún coste en vano.
¿En qué consiste mi estrategia? En marcar de salida un ritmo entre 3:55 y 4:00 minutos el km, mantenerme ahí hasta que duren las fuerzas ganando una gran bolsa de tiempo y, una vez agotadas las energías, sufrir hasta meta con lo que haya intentando dejar escapar los menos minutos posibles. Creo que hasta el km 30 me garantizo energias; a partir de ahí le echaremos pasión.
Gente me dice igual suena la flauta y llego hasta el final. Yo, en cambio, opino que la maratón no da margen ni cabida a las sorpresas. Aquí si no has hecho bien las tareas antes raramente te va a regalar la maratón un tiempazo.
También me invita a arriesgar que en septiembre hice una media maratón en 1:17 con una tirada larga de sólo 15 km, una media maratón de Valdigüelo y muchos entrenamientos cortos con gran intensidad. Pero volvemos a lo mismo, soy consciente de que la maratón te pide unos kms que yo creo que no llevo.
Así que ya sabéis mis planes y mis expectativas. Si no hay accidente ni cosas raras estoy convencido de que saldrá un muy buen tiempo, pero no esperéis marcas personales ni tiempos estratosféricos porque las tareas están hechas sólo a medias.