VI Carrera Garganta de los Infiernos. La voz de la inexperiencia.

   Fue en la edición de esta carrera del año 2013 cuando hice mi primera incursión en las carreras de Montaña. Este año, en el mismo sitio, he corrido por segunda vez este tipo de carreras. Y es que me gusta tanto el entorno del Valle del Jerte, lugar en donde suelo veranear, que no reparo en la dureza de esta carrera cuando decido pasar del llano a la montaña. Me comentaba un asiduo a este tipo de pruebas que, en Extremadura, en dureza sólo la supera la Pencona y, si acaso, alguna otra.



Recogida de dorsal y bolsa de corredor el sábado por la tarde

     Decido pernoctar en la zona y así no hacer un largo viaje momentos antes de la carrera. Así aprovecho y el sábado paso a retirar el dorsal y la bolsa de corredor en la Casa de la Cultura de Jerte. Allí se proyectaban vídeos de ediciones anteriores y colaboradores se prestaban a explicar el recorrido y cuáles eran las zonas a tener en cuenta. Aprovecho también para saludar a Kiko, uno de los "alma mater" de la prueba.

     Y ya el domingo con tiempo de antelación me voy a la zona de salida para hacer un calentamiento y palpar el ambiente. Conste que lo que diga en adelante son palabras de un novato e inexperto en carreras de montaña y lo que para otro es un detalle insignificante para mi es algo digno de resaltar.


El perfil que resultó de los datos de mi carrera. 1464 metros desnivel.

     Lo primero que te dice que esto es otra historia son los atuendos de los corredores: zapatillas de trail (obligatorias), algunos con pequeñas mochilas, cinturones portabidones, cortavientos (también obligatorio), etc. Otra sensación que me da es que la mayoría no le da tanta importancia al calentamiento; un suave y corto trote parece suficiente. Sin contar que casi todas las caras son desconocidas para mi, salvo los corredores de Badajoz y los habituales del atletismo en ruta.

       Estamos en línea de salida y la carrera va a empezar. Impone cómo la gente empieza a desearse suerte de tal manera que pareciera que se iban a enfrentar a una bestia indomable (después comprobaría que lo hacían con razón). La salida es rápida, más de lo que puedes esperar sabiendo lo que está por delante pero desde el principio parece que no hay tiempo que perder.


Las bajadas, esas grandes desconocidas

        No ha pasado ni un km y ya estamos fuera del pueblo y afrontando la primera rampa. De este principio me acordaba bien, de esa primera rampa interminable que el primer año me cogió desprevenido pero este año ya sabía que me pillaría en frío. De aquí en adelante no podré detallar por donde pasamos, salvo los Pilones, pues tanto subir y bajar, giros uno pierde la noción de a qué alturas de la montaña está, así que me dedicaré a explicar las distintas experiencias.

        Las primeras rampas me llenan de optimismo. Antaño ya me habría parado a andar dos veces y en esta ocasión corría y corría. Además, adelantaba a bastantes corredores. Esto último me parecía tan anormal que me hacía sospechar que en algún sitio debía estar el truco. No parecía lógico que un llaneador estuviera adelantando posiciones a gente experimentada en la montaña subiendo rampas. Efectivamente... había truco!!

         Este truco tenía un nombre: "bajada a tumba abierta". Siempre dije que venía a aprender, y este día he aprendido que aunque haya subidas interminables donde realmente se marcan las diferencias es en las bajadas. En las subidas puedes ganar un minuto o dos pero en la bajada vas a perder diez. Mientras yo me creía bajando a cuchillo, de repente se empezaban a escuchar "zapatazos" por detrás y acto seguido me pasaban como para quitarme las pegatinas. Aún ahora en frío me parece increíble como se tiran esta gente en las bajadas, como si no tuvieran aprecio a la vida. Poco tardé en darme cuenta de que ésta era la verdadera diferencia así que, para no entorpecer, me apartaba en las bajadas.

Esta zona se puede considerar autovía a comparación de otras por donde pasamos

         Aquí eso de formar grupos es mucho más difícil que en el atletismo en ruta. En cambio, sí que estuve haciendo la goma practicamente con los mismos durante media carrera. Esto era que mientras yo los perdía de vista bajando, cuando llegaba una subida en que se pudiera correr volvía a alcanzarlos y superarlos. Otra cosa reseñable es que aquí se adelanta con educación. "Permiso" o "paso" eran señales para que te apartaras a un lado para que pasara quien te precedía en un sendero no más ancho que la suela de una zapatilla.

       Y antes hablaba de cuestas en las que se pudiera correr... porque ¡ay de aquellas en las que no se podía correr! Literal lo de mirar al cielo para ver a los que iban delante tuya y tú pensar que es materialmente imposible llegar ahí sin escaleras. Pero sí, casi de puntillas, con las manos sujetándote a las piedras, árboles o apoyadas en tus muslos, con los gemelos como si fueran a reventar. Para mí un esfuerzo más agónico éste subiendo andando que cuando podía subir corriendo. Parece mentira que llegar arriba y empezar a correr supusiera un verdadero alivio, pero más me lo parece que pudiera correr.

     Impresionante los parajes que se ven desde lo más alto de la montaña, ya sean el mismo entorno en el que te encuentras, con vegetación y paisaje totalmente virgen sin notar presencia alguna de la mano del hombre, o bien sea las vistas espectaculares a lo lejos. La pena es que con las pulsaciones a mil y con la atención puesta en pisar en lugar adecuado no dé tiempo a apreciarlo. Decir que no llevábamos ni cinco minutos desde que empezó la carrera y ya se veía la localidad del Jerte "allí abajo a lo lejos". Imaginarse un par de horas después. Y claro, allá arriba hace frío, apeteciendo incluso ponerse el cortavientos que la organización obligó a llevar a cada corredor, pero tan bien atado lo llevaba que cualquiera se ponía a desatar aquello. En contraste a ese frío he de decir que hacía muchos meses que no sudaba así en una actividad física. Este frío y el sudor provocaba que no pudiera mantener puesta las gafas de Sol. Unas gafas que llevaba más para protegerme de algún impacto de alguna rama que del Sol (algún que otro percance ocular anterior hace que extreme precauciones). Era ponerme las gafas y al momento empañarse y no ver bien por donde corría por lo que me las ponía en la frente, pero al momento veía zona con mucha vegetación y me las volvía a colocar... así unas 100 veces en total.
Llegando a un puesto de avituallamiento

      Y hablando de utensilios, una anécdota que pudo hacer que la carrera me saliera cara, materialmente hablando. En una de esas subidas a lo vertical, al coronar y echar a correr noto que me siento liberado de algo. Algo me falta y aprecio que es el reloj-gps. En una milésima de segundo se me plantea el dilema: puedo haberlo perdido hace mucho y con 18 km recorridos ¿Quién vuelve para atrás?, o puedo acabar de perderlo. Sea como fuera tomo la decisión de volver sobre mis pasos. Unos 100 metros más atrás veo un corredor coger algo del suelo... "es mío, es mío" le exclamo. Así que continuo el resto del recorrido con él en la mano. Esto se llama "nueva adquisición de gps"

      También hablar de las balizas. Minuciosamente señalados los 26 kms que tenía el circuito. Imposible perderse si te vas fijando en ellas. La única forma de perderse es dejar de mirar las balizas y fiarte de que el corredor que va delante lleva controlado por donde va. Y así pasó en una ocasión, que fuimos a desembocar a tierra de nadie y sin salida y nos juntamos hasta 6 corredores parados volviendo sobre nuestros pasos hasta encontrar el camino correcto. Hubo también un momento que me encontré corriendo totalmente sólo. Nadie corriendo delante ni detrás, nadie de la organización, sólo la montaña, las balizas y yo. Puso a prueba mi atención sobre las mismas y he de decir que me fue fácil guiarme, fijándome siempre un par de balizas por delante. Además era una zona sin sendero, corriendo por pura naturaleza con sus matojos sin camino marcado. El sendero lo iba marcando las cintas blancas. A esas alturas mis piernas ya cansadas no estaba tan ágiles como para no pisar matorrales, así que me los iba llevando por delante o pisándolos. Increíble que no fuera a parar al suelo en toda la carrera con la multitud de enganchadas y resvalones que tuve.

      Y ya en la última parte de la carrera vuelvo a apreciar una zona conocida. La zona que va del Refugio a los Pilones y que al principio habíamos corrido en sentido contrario. La subida desde el refugio es más fácil (es durísima, pero comparado con las anteriores...) y me permite correr en casi su totalidad. Posteriormente un sendero más o menos sin relieve hacia los Pilones y aprovecho para correr todo lo deprisa que puedo para que nadie me alcance por detrás. Por esta zona he entrenado este verano un par de veces y la conozco bien. Al llegar a los Pilones muchísimos turista que cedía el paso gentilmente y daban calurosos ánimos. Voy dando las gracias a todos con los que me cruzo. 

     Al pasar el puente de madera van 23 kms. Pienso "si la carrera tiene 25 kms los 2 kms que quedan es justamente la bajada hasta el pueblo" ¡ERROR!. Una vez pasado el puente y subido el camino empedrado hay un puesto de avituallamiento. Como en los anteriores tomo isotónica y cojo plátano y cacahuetes para tomarlos mientras corro. Y cuando creía que tocaba bajar alguien de la organización indicando el camino hacia la derecha para arriba. Camino imaginario claro está, porque por allí sólo suben las cabras de noche. Sólo me motiva el que la meta no está lejos, a estas alturas estoy muy tocado físicamente.  Aún así la subo con intensidad, andando pero con intensidad, dando alcance a un atleta pero adelantándome otro que no sé de donde saldría, porque el camino anterior estaba corriendo solo. Ahora en frío me indica que en esa zona "llana" ya iba con la pájara pese a creer que iba rápido porque no es normal que con la ventaja que llevaba me alcanzaran corriendo cuando no veía a nadie por detrás.

Llegada a meta con el reloj en la mano.

       Una vez subida esta última pendiente toca bajar hasta meta. Ahora sí siempre corriendo, pero ya doliendo los cuadriceps y los dos psoas dando pinchazos. Saliendo ya al camino de hormigón que dirige al pueblo me junto con tres o cuatro atletas más pero me es imposible correr deprisa. Muscularmente voy muy tocado, dolorido, cansado. Aún así me da para apreciar la entrada al pueblo y su llegada a la meta en la plaza a través de sus hermosas calles y la calurosa acogida de su gente al terminar.

       Llegada a meta tras 2 horas y 58 minutos. 47º de la clasificación general, y 11º de mi categoría. A pesar de que se me atragantó el final quedo muy satisfecho de mi rendimiento en esta prueba teniendo en cuenta que éste no es ni mucho menos mi hábitat deportivo. Al finalizar un auténtico self-service del corredor. Cerveza, refrescos, isotónicas, agua, bocadillos, fruta, frutos secos, gominolas y gazpacho como si no costaran. Hay que felicitar a la organización por cómo lo tienen montado y como satisfacen las necesidades del corredor. Sólo poner un "pero": las duchas, que apenas tenía presión de agua y la misma sólo permitía tener una sola abierta y lo justo para quitarse un poco el barro de encima, aunque para ser justos esto es cuestión del mantenimiento del pabellón y no de la organización de la prueba en sí.

     Decir que correr aquí me ha provocado tener al día siguiente unas agujetas que no "disfrutaba" desde que hice mi primer maratón. Esto indica que la pájara que pasé en carrera y de la que no fui consciente fue monumental. Pero volveremos, sin duda. Os dejo a continuación los datos de mi carrera.