Carrera por Montaña Garganta de los Infiernos 2024. Espectáculo natural de principio a fin.

          Siempre dije que me gusta flirtear de vez en cuando con las carreras de montaña, aunque también es cierto que hacía mucho tiempo desde la última vez que competí en una prueba de este tipo. Hace varios meses que tenía claro que en este 2024 participaría en la Carrera por Montaña Garganta de los Infiernos.



         Ya había disfrutado de esta carrera en los años 2013 y 2016 igual que las había sufrido por su dureza, sobre todo en la edición de 2016 en la que pequé de optimista en la primera parte de la carrera y no saboreé el recorrido de la forma que el paisaje lo merece.

          La consigna para la de este año era clara: no salir a competir. Es absurdo que yo, que estoy acostumbrado a hacer todos mis entrenos en llano, me intente dar de leches por posiciones con corredores que son asiduos a hacer este tipo de carreras y, probablemente, a entrenar  frecuentemente por montañas.

          La salida era a las 9:30 horas y a las 9:00 se abría el corralito en el que se inspeccionaba que se llevara el material obligatorio (esto hizo que tuviera que correr con mochila): silbato, zapas de trail, cortavientos, manta térmica, bote para agua, badana, móvil y mallas por debajo de las rodillas. Después un poco de movimiento articular y algo de estiramientos hasta que se diera la salida. El Sol estaba presente y la temperatura era buena, por lo que de inicio salgo en camiseta de tirantas.



         Empieza la carrera y me coloco a mitad de pelotón. El primer km es por la localidad de Jerte y me lo tomo con la tranquilidad de un calentamiento. Pronto empezamos a su subir por un camino de cemento en el que no dejo de correr, lo que me sirve para adelantar a muchos corredores, hasta que tomamos un desvío a la izquierda por el camino del Frascazo. Esta primera parte es muy conocida para mí pues asiduamente la recorro en mis veraneos por Jerte.

          La subida ya es sendero y más escarpado. Cuando entreno por ahí suelo subirla corriendo en su mayoría pero ahora me dejo llevar por los que han decidido caminar y hago lo mismo. Esto es muy largo y toda fuerza que se guarde vendrá bien al final. Aún así en algún tramo con menos pendiente aprovecho para correr y ganar alguna posición. Decir que para adelantar en este tipo de carrera se pide permiso, pues es imposible ponerse a la par con alguien por lo estrecho del sendero.

             Este camino se torna en descenso que desemboca en la calzada romana que nos dirige hacia Los Pilones. Ahí nos vamos encontrando con senderistas que nos ceden paso y nos animan. Al llegar a la parte alta de los Pilones nos metemos por el "camino" donde está la fuente. Zona muy técnica de grandes rocas y húmedas en las que no tienen agarre ni las zapas de trail. A continuación un largo ascenso de 3 kms con pocas zonas de correr pero en donde el ritmo de subida caminando también te hace ganar o perder.



              Según se va suavizando el terrero ya se puede correr de forma constante, lo cual mis piernas lo agradecen. Corro con tranquilidad, sin premura, pero aún así me sirve para ganar alguna posición más. Caminos de rocas y senderos estrechos con gran vegetación se alternan para dar paso a un bajada que nos lleva a cruzar al otro lado del río en la Garganta del Collado de las Yeguas. Es importante no perder la vista del suelo en cada momento para saber en dónde poner el pie o si hay alguna piedra o rama con la que se pueda tropezar.

         A partir de aquí zona corrible en suave descenso que me viene genial para recuperar energía que nos lleva a coger la ruta de Carlos V. Algún resbalón y algún tropezón pero aún no hemos probado la dureza del suelo. Vamos por el km 9.

         En este tramo todos felices, corremos con facilidad, alguna ligera pendiente, volvemos a cruzar el río por un puente de piedra desconocido para mí y aunque han pasado hora y media me encuentro muy entero físicamente. Eso sí sudando de lo lindo. Hasta ahora varios tropezones y resbalones pero hemos conseguido salvar la caída. Nunca voy solo, siempre, aunque en fila de a uno, voy con varios corredores delante mía y detrás.



             Pero tras cruzar este puente nos topamos con un muro en el que ascenderemos más de 300 metros en dos kilómetros. Digamos que se trata de ascender a la cima de una montaña en línea recta, sin sendero  que seguir. Como subir una escalera sin peldaños, poniendo el pie en cualquier planta o piedra que sirviera para empujar tu cuerpo hacia arriba. Es km 11,5.

           Los cuádriceps se empiezan a sobrecalentar pero me veo capaz, con fuerzas y, a pesar de mirar hacia arriba y ver corredores en el mismo techo del mundo, no entro en desánimo y continúo. Recordando el mapa del perfil de la carrera sabía que al llegar a la cima estaremos en la parte más alta de la carrera y que a partir de ahí lo más duro habrá pasado... ¡o no!

           Llegada la cima se toma un camino ancho en el que se ve que pasan vehículos. Sin tiempo que perder empiezo a correr, pues es mi forma de recuperar las piernas más rápidamente. Una ligera pendiente de bajada en la que me relajo y dejo que la inercia y la gravedad hagan su trabajo, pero este descanso sólo dura 300 metros que fue lo que tardo en darme cuenta que no habíamos llegado a la parte más alta, que le quedaba un trozo más al muro. 



            Empiezo de nuevo casi a gatear y al poco tengo que parar un instante, más por desánimo que por cansancio, pero hago una especie de reseteo para asumir que la dura ascensión continúa. Poco a poco me voy viniendo arriba, nunca mejor dicho, voy recobrando ritmo y sincronizo la respiración hasta llegar de nuevo, esta vez sí, a la parte más alta de la carrera. A partir de aquí 5,5 kilómetros de bajada. Aún estamos en el km 13 y ya han pasado 2 horas de carrera.

             En la parte más alta la densidad de árboles es mucho menor y el terreno más "pulido", con menos ramas y piedras, lo que permite sacar técnica de carrera y disfrutar de la zancada con plenitud. Desde aquí arriba los paisajes son aún más espectaculares.

        Según vamos descendiendo la vegetación es más densa, pero se sigue corriendo bien ya que no es un terreno muy técnico por lo general, hasta que llega el avituallamiento. Aquarius y agua, plátano y cacahuetes y a seguir. Justo aquí reconozco el camino de mis entrenos. Sí, vamos camino del Puente Nuevo, y aquí conozco casi cada piedra en donde pisar, hasta que llegamos al mismo. Vaya zona más espectacular la de este puente.



            Desde aquí hasta la parte más baja es un momento de distensión. Corremos cinco de seguido y vamos hablando de la carrera y de otras cosas mientras seguimos en fila de a uno. Aunque hay mucha piedra se puede correr bien y este momento más distendido hace que pierda un poco la concentración y tropiece cayendo al suelo. Sólo algún rasguño en la palma de la mano, aunque el brusco movimiento hace que se me tense más de la cuenta el isquiotibial, pero sin consecuencias graves. Iba cerrando el grupo y así nadie pudo tropezar conmigo.

              Llegamos al refugio para terminar la larga bajada, km 18,5, y al poco afrontamos la penúltima subida. Un kilómetro de mucha pendiente pero en la que de vez en cuando se puede dar alguna zancada. Esto no lo hace el resto con la misma frecuencia, lo que me sigue permitiendo ganar algunas posiciones más. Me encuentro al menos tres chicos con cojera en distintos momentos, pero me dicen que no necesitan ayuda y que pueden llegar solos. Pongo mi "barba a remojar" y presto más atención al camino.

              De nuevo bajamos y cada vez se puede correr más fácil. Estoy aprovechando ahora las fuerzas que reservé al inicio, me noto suelto y disfrutón. Esta bajada es un zig zag precioso pero que te hace estar muy alerta para no estamparte contra un árbol. Me tengo que concentrar también en las balizas pues la distancia ahora es más grande con el corredor que me precede. Aún así le doy alcance justo antes del último avituallamiento.



             Y llegamos al última subida de kilómetro y medio pero en algunos tramos corrible. Estamos en el km 21. Otra vez el resto corre menos que yo y vuelvo a ganar un par de posiciones hasta que llego arriba justo detrás de la tercera corredora. A punto de alcanzarla en la subida se empieza a distanciar en la bajada, pero me sirve como referencia de bajada e intento no perderla de vista, aunque de vez en cuando debo de hacer uso de las balizas para seguir el camino.

              Cuanto menos técnica es la bajada más me acerco a ella pero aquí doy un mal paso y en un momento siento que caigo al suelo. Fue como a cámara lenta, sintiendo en ese instante como voy por el aire y pensando la forma de caer. El brazo derecho fue por delante para amortiguar y por suerte sólo había tierra en el sendero, lo que me hizo patinar por el mismo y ganarme un buen raspón en este brazo. Me levanto y sigo corriendo a la vez que hago chequeo... todo está bien.

              Estamos llegando al final y la prueba definitiva es que llegamos a la pista de cemento que nos va a llevar hasta Jerte. Aquí ya es correr puro, sin obstáculos. Doy alcance a la chica y a otros dos corredores más hasta que por fin llegamos al pueblo. Me he vaciado en ese tramo de bajada de cemento y ahora hay que penar este último km hasta meta, pero sigo haciéndolo con energía, lo  que me hace adelantar a otros dos atletas justo en el callejeo hasta que por fin llego a la plaza.



         ¡Siiiii! grito con rabia al cruzar la meta. Más que rabia es alegría por la sorpresa propia de la carrera que acababa de realizar. Las energías me han durado hasta el final, justamente las 3 horas y 25 minutos que duró mi carrera y que me hizo entrar en la posición 58º de 260 participantes. 

            ¡Vaya carrera espectacular! 26 kms para ascender 1500 kms. Parajes impresionantes, organización exquisita y un ambiente excepcional. Carrera muy recomendable para los que les guste la montaña y la naturaleza.

             Para recuperar nos prepararon en la plaza migas, ensalada y gazpacho gratuito para todos los asistente, corredores o no. Fue el colofón para una mañana de las que no se olvidan.